Ella se sienta en su cama, mirando hacia un punto fijo de su
habitación. Ella no piensa en nada, o quizá piensa en tantas cosas que ya se
ahoga.
Ella no puede evitar hacerlo, así que llora, pone su cabeza
entre las manos, aprieta fuerte los ojos y las lágrimas siguen su curso empapando
sus mejillas. Ella ya no entiende nada, siente que lo pierde todo. Ella no
tiene razones para sonreír, aunque a veces le sobren.
Ella siente que su cuerpo es un descontrol. Ella no se
siente a gusto con ella misma. Ella piensa que lo que ha comido en la cena es
demasiado, piensa que solo le ayudará a parecer más “gorda” de lo que ya está.
Se sienta en el suelo del baño, con las lágrimas bañándole toda la cara,
introduce dos dedos a su boca y ya está… suelta todo lo que ha ingerido. Ella
no está orgullosa de lo que hace, pero se siente mejor con ella misma. Ella se
mira al espejo, con los ojos rojos, la cara manchada de rímel corrido por las lágrimas.
Ella, en ese momento piensa que da más asco de lo normal. Ella se siente atrapada
dentro de alguien que no quiere ser. Ella, teniendo tanto, siente que no tiene
nada. «Despierta, abre los ojos, eres preciosa» «Quiérete», todo eso es fácil
de decir, tan fácil de aconsejar, tan fácil de pronunciar cuando no sientes
asco hacia ti misma.
Ella piensa que es un castigo existir, porque no vive,
existe. Ella está cansada, ya no puede con todo el peso que lleva a cuestas.
Ella se siente un cero a la izquierda, ignorada, estúpida…
inútil.
Ella siente que todos esos «te quiero» son mentiras, que todas esas veces que le dicen que la
quieren, mienten. Mentiras, engaños, secretos y más mentiras.
Ella piensa en todo su alrededor. Se tumba en su cama y «débil cae, como un castillo de naipes».
Ella no se siente importante para nadie, nadie…
Tiene tantas ganas de salir corriendo, de huir, de gritar,
de desaparecer.
«Tengo tantas cosas
que decir que ya me ahogo»
Todas esas veces tumbada en el suelo de su habitación
llorando ya son incontables. Ella solo quiere demostrar que a veces puede
ganar, que no todo son batallas perdidas, eso es imposible cuando todos
confunden sus palabras con el aire. Inexistente.
La soledad, el miedo, el orgullo, la melancolía, la
tristeza, la nostalgia y la angustia se volvieron sus fieles amigos y ella ya
se ha olvidado de quien era. Se ha convertido en una persona orgullosa, fría…
mala. Con miedos, con mas derrotas que victorias, y con un corazón tan frio que
ya quema. Se echa de menos. Es su cárcel propia, su rutina…
Ella se levanta, se lava la cara, se pasa la toalla, se pinta las
pestañas, se dibuja una sonrisa, se borra las lagrimas y sale por esa puerta
simulando que todo va bien, que es feliz. Aunque por las noches se derrumbe
como una torre con débiles cimientos.
«― ¿Cómo estás? ―Muy
bien─ mentía sonriendo»