―Entonces me
ha quedado claro que no me quieres.
―Verás, creo
que no me has entendido. Siéntate, yo te voy a explicar.
― ¿Qué
quieres explicarme? No necesito explicaciones. Has dicho lo que has dicho y con
eso me basta.
―Siéntate.
¿Un café? ¿No? Bueno, entonces empecemos. Durante este tiempo que he estado
contigo te he observado: mientras dormías, mientras comías, mientras me sonreías,
mientras te lavabas los dientes, mientras hacías la comida, mientras me
observabas tú a mí… en fin, que te he observado muchas veces. Y ahora tú te
estarás preguntando, ¿y qué quieres decirme con esto? Pues quiero decirte que
he descubierto que mis miedos no tienen nada que ver con películas aterradoras, con fantasmas que no existen, ni monstruos perturbadores, tampoco tienen nada
que ver con payasos tenebrosos… mis mayores miedos habitan en ti. Mis mayores
miedos aparecen cuando te miro y me miras y me clavas esos ojos tan azules en
los míos. Mis miedos están presentes cuando de repente me das un beso y como
una estúpida sonrío, o cuando te veo después de mucho tiempo y se despierta en mí
ese cosquilleo. ¿Entiendes? Mis miedos se basan en que me he enamorado de ti
como una idiota. No sé cómo luchar contra ellos, porque no puedo ponerme una
manta encima para dejar de sentir ese miedo a que te vayas.