-Prométemelo.
-¿Qué quieres que
te prometa?
-Ya sabes, lo
hemos hablado muchas veces.
-Venga Sofía,
hemos hablado de muchas cosas en nuestra vida, dime, ¿qué te tengo que prometer
con tanta urgencia?
-Tienes que prometérmelo
todo, tienes que prometerme dulzura, caricias, fidelidad, estar conmigo en las
buenas y en las malas, prométeme que me llevarás a un paraíso, donde solo
estemos tú y yo, prométeme que me harás sentir preciosa, prométeme que no
dejarás que caiga y sobretodo prométeme amor, mucho amor.
-Pero eso ya lo
tienes ahora, pequeña.
-Pero yo no me
refiero a ahora, me refiero a después, cuando todo acabe, cuando tú y yo
tomemos caminos distintos. Quiero que me prometas que siempre, siempre, aunque
estemos peleados, aunque queramos matarnos, te tendré, me tendrás, seremos uno,
siempre.
-Eso no puedo prometértelo,
es un destino que no elegimos, vendrá lo que tenga que venir y estoy seguro que
todo, absolutamente todo vendrá acompañado contigo, con tu aroma, con tu voz,
con tu risa, con esa mirada tan tierna… así que no te prometo nada de lo que me
has dicho, has llegado a ese punto en el que no estás dentro de mi corazón,
eres parte de él. Te prometo quererte siempre, hasta cuando quiera matarte,
hasta cuando te odie, te amaré. Pequeña eres tú quien me anima a seguir el día
todas las mañanas con ese beso que sabe a vainilla. Eres tú quien pinta mis
días, no temas enana, te prometo estar contigo ahora y siempre, ¿me oyes bien? Siempre.